domingo, 13 de noviembre de 2011

LOS SIETE CONTRASTES SEGÚN ITTEN (PARTE 1)


04 de Noviembre de 2011
Johannes Itten señala en su libro: ‘Arte del color’ siete contrastes a partir de las propiedades del color que señala en su teoría básica del color, al igual que toma papel la espacialidad de los colores y su interacción en la composición.
Los siete contrastes son:
Contraste del color en si mismo
Contraste claro-oscuro
Contraste caliente-frio
Contraste de los complementarios
Contraste simultáneo
Contraste cualitativo
Contraste cuantitativo

El contraste del color en si mismo se caracteriza por no necesitar gran esfuerzo de la visión y se puede emplear cualquier color puro y luminoso. El amarillo, el rojo y el azul constituyen las expresiones más fuertes del contraste del color en sí mismo.  El efecto que se deduce es siempre multicolor, franco, potente y neto. La fuerza de expresión va disminuyendo a medida que los colores empleados se van alejando de los tres colores primarios.

Cuando van delimitados por trazos negros o blancos, su carácter particular se pone mucho más en relieve. Su irradiación y sus reciprocas influencias son entonces neutralizadas y cada color reviste una expresión real y concreta.

Al principio de la edad media, los miniaturistas emplearon en amplia gama de variantes el contraste de color en si mismo, menos en razón de necesidades espirituales que por el sencillo placer de la decoración multicolor. Es también muy frecuente en las vidrierías.

En el contraste claro-oscuro se crea un contraste polar, el blanco y negro, la luz y las tinieblas, son los extremos y totalmente opuestos. Aunque solo exista un blanco máximo y un negro máximo, influye la existencia de todos los tonos grises entre ellos dos. El gris neutro equivale a la ausencia de colores y sufre influencia de los contrastes de tonos y colores. El gris sólo recibe la vida con la proximidad de los otros colores y puede servir de ligazón neutra para violentas oposiciones de colores.

Dentro de los problemas del claro-oscuro, los colores fríos y calientes plantean un problema particular. Los colores fríos parecen transparentes y se emplean casi siempre en tonos demasiado pálidos. Los colores calientes, en cambio, se eligen en tonos demasiado oscuros a causa de ser opacos.
Los colores de igual claridad u oscuridad relacionan los tonos entre sí, permitiendo unir con mayor facilidad los colores lo cual constituye una ayuda apreciable para los artistas. Al contrario de la multiplicidad de los colores vivos y resplandecientes, el blanco, el gris y el negro dan una impresión de inmovilidad, de abstracción y de alejamiento. Importante si en una composición de colores se utilizan tonos blancos, negros y grises como elementos de efecto abstracto, hay que evitar el empleo de colores de igual claridad que el gris para que los colores neutros no tengan efectos coloreados por contraste simultáneo.

Como perfecto ejemplo del contraste claro-oscuro tenemos las obras de Rembrandt. Los rojos luminosos encontrados en sus trabajos sólo parecen luminosos y brillantes por comparación y contraste con otros tonos más oscuros.

Los valores claro-oscuro de un color puro se modifican en función de la intensidad de la iluminación. Cuando la luz se reduce, el rojo, el anaranjado y el amarillo parecen más oscuros, el verde y el azul parecen más claros. Por eso, el tono de los colores a la luz del día producen un efecto que corresponde a la realidad, pero a la luz del crepúsculo se falsean.
 Una pintura construida al claro-oscuro puede concebirse según dos, tres o cuatro valores de tono dominante. El pintor habla entonces de dos, tres o cuatro ‘proyectos’ y los grupos principales deben quedar bien determinados en la relación de unos con otros. En general, los proyectos se estructuran en tres planos. El último plano puede quedar completamente vacío y la acción puede desarrollarse en el segundo plano.

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